LÍNEAS, ÁRBOLES Y REDES DE INFORMACIÓN PARA GENERAR CONOCIMIENTO.

LÍNEAS, ÁRBOLES Y REDES DE INFORMACIÓN PARA GENERAR CONOCIMIENTO.
LÍNEAS, ÁRBOLES Y REDES DE INFORMACIÓN PARA GENERAR CONOCIMIENTO.

El carácter de todo buen diccionario consiste en cambiar el modo común de pensar.

  1. Diderot

La humanidad, a lo largo de los siglos, ha desarrollado diferentes formas de organización del saber para facilitar la memorización, archivación y recuperación del conocimiento. Por ejemplo los médicos egipcios y babiloneses usaron el catálogo, un tipo de estructura textual que presentaba una lista de enfermedades, síntomas y prescripciones terapéuticas.

El catálogo -que podía ser ampliado en forma constante con la incorporación de nuevas enfermedades y medicinas- poseía una estructura lineal que se prestaba para la organización de un saber acumulativo y abierto: los nuevos conocimientos podían agregarse al elenco sin que esto significara una completa reorganización de la tradición.

Durante el Medioevo se consolidó un modelo arborescente (jerárquico) de organización del saber que estructuraba los conocimientos en áreas y subáreas que se ramificaban desde lo general hasta lo particular. Esta matriz -donde coincidían el Orden del Saber y el Orden Divino de la Creación- sintetizaba el pensamiento que nace de la fusión entre la Fe cristiana y la filosofía aristotélica. La metáfora del árbol, además, poseía numerosos simbolismos no sólo en la tradición cristiana. En 1295 Ramón Llull profundiza en su “Arbor Scientiae” este sistema de los conocimientos, jerárquico y cerrrado a la experiencia, proponiendo un “árbol que se multiplica en un ordenado bosque (a cada rama corresponde un árbol que, en base a los mismos principios aplicativos del arte, organiza la materia de la disciplina correspondiente) … la clasificación lulliana es la más acabada expresión de la identificación medieval del orden del saber con el orden de la creación … el esquema arborescente de Lullo traduce la extraordinaria coherencia de un saber que sólo puede ser revelado” (Salsano, 1977:35).

Las redes de la Modernidad
Los descubrimientos geográficos, las revoluciones científicas de Galileo y Copérnico y la configuración de un nuevo espíritu filosófico fundado en el poder de la Razón señalan el nacimiento de la Modernidad: a partir del siglo XVI los intelectuales dejaron de justificar aristotélicamente un saber de origen divino para lanzarse con decisión a la exploración del mundo. Con el advenimiento de los tiempos modernos la correspondencia entre el Orden de la Creación y el Orden del Saber se fracturó; es así que en los libros deDescartes, Vico y Bacon encontramos al Hombre y a la Razón científica –y no a Dios- en el origen del conocimiento.

Las obras de carácter enciclopédico encarnaron estas actitudes epistemológicas, que se manifestaban en nuevas formas de organización del saber menos respetuosas del modelo arborescente de los filósofos medievales y más cercanas a los paradigmas reticulares. Escribe Francis Bacon en la primera parte de la célebre “INSTAURATIO MAGNA” del 1620: “el edificio del universo aparece en su estructura como un laberinto al intelecto humano que lo contempla; y parece ocupado por vías ambiguas, de engañadizas semejanzas de signos y de cosas, de curvas tortuosas y de nudos intrincados … Y el camino debe ser recorrido siempre bajo la incierta luz del sentido, a veces enceguecedora, a veces opaca, y resulta necesario abrirse continuamente paso a través de los bosques de la experiencia y de los hechos particulares …”. En los trabajos de Francis Bacon -un intelectual con un pie todavía en el mundo medieval y el otro sumergido en la nueva realidad histórica- se dio un decisivo deslizamiento desde el modelo del arbor hacia la más compleja metáfora del bosque o del laberinto. La Modernidad llegaba acompañada por una nueva cartografía del saber que se expresará en la producción de aceitadas máquinas textuales.

En 1751 se publica el primer volumen de la “ENCYCLOPÉDIE” dirigida por Jean Le Rond d’Alembert y Denis Diderot. Los filósofos franceses crearon una perfecta “máquina del saber”, una especie de biblioteca portátil no sólo capaz de clasificar o archivar el conocimiento sino sobre todo de convertirlo en algo productivo. Estos brillantes exponentes del Iluminismo, enfrentados a cualquier concepción del saber de origen divino o de matriz aristotélica, enriquecieron el modelo arborescente con un sistema completo de conexiones transversales que lo transformaron de hecho en una compleja red de saberes.

La hipertextualidad se esconde detrás de cada página del proyecto iluminista. Si bien se trata de un trabajo limitado por el soporte impreso, la “ENCYCLOPÉDIE” se presenta como una obra abierta (Eco, 1962) caracterizada por una precisa articulación de los textos y las imágenes que la componen. Esta relación entre textos e ilustraciones asume una dimensión central en el dispositivo de navegación, a la par de los sistemas de reenvío entre los artículos y de los diferentes ordenamientos enciclopédicos (alfabético, arborescente, etc.).

Los órdenes enciclopédicos
El orden enciclopédico consiste en reunir nuestros conocimientos en el menor espacio posible y colocar al filósofo “sobre este vasto laberinto, en un elevado punto de observación desde el que se puedan abrazar, todas juntas, las principales artes y ciencias”. La enciclopedia, metaforiza d’Alembert, es una especie de “mapa mundo que debe mostrar los principales países, su posición y mutua dependencia, el camino en línea recta que los une; camino a veces interrumpido por miles obstáculos, los cuales al interior de cada país pueden ser conocidos solamente por sus habitantes o por los viajeros, pero que no podrían ser puestos en evidencia sino a través de mapas particulares en pequeña escala. Tales mapas serán los diversos artículos de la Enciclopedia, y el árbol, o sistema figurado, será el mapa mundo” (1962:184). Si en el mapa mundo es el geógrafo el encargado de elegir la perspectiva que mejor representará al globo terrestre, la forma que adoptará el diseño enciclopédico dependerá del punto de vista del autor: “se pueden por lo tanto imaginar tantos sistemas del conocimiento humano cuanto diversos son los mapa mundos que se pueden crear con diferentes proyecciones; y cada uno de estos sistemas podrá incluso tener, a exclusión de otros, alguna ventaja en particular. No hay persona docta que no ponga su ciencia al centro de todas las otras … De todas maneras, es preferible el árbol enciclopédico que establece el mayor número posible de nexos y relaciones internas entre las ciencias” (90). Resulta claro que si bien d’Alembert habla de “árbol enciclopédico” en realidad está pensando en un modelo mucho más complicado que el clásico árbol medieval. Son las metáforas del “laberinto” o del “mapa mundo” las que mejor ilustran el nuevo esquema representativo del conocimiento, una gigantesca cartografía del saber donde se cruzan y superponen infinidad de estructuras arborescentes.

Como el lector habrá notado la mayor parte de las metáforas utilizadas por Diderot y d’Alembert para representar el orden enciclopédico nos remiten a nuestra actual concepción de la hipertextualidad. Imágenes como la del filósofo que abraza desde “un elevado punto de observación” los saberes que se despliegan “debajo” de él, las diversas “proyecciones” o puntos de vista con los cuales se puede enfocar el sistema general o los “nexos y relaciones internas” que unen las diferentes ciencias y artes, son perfectas descripciones del ordenhipertextual. Cuando d’Alembert -lejos de cualquier ortodoxia filosófica- nos presenta al “espíritu” que navega casi a ciegas en el laberíntico “sistema general de las ciencias y de las artes” no sólo demuestra la flexibilidad con la cual se debe encarar el trabajo científico sino que realiza una clara representación de la navegación hipertextual en un ambiente digital interactivo. 
Esta estructuración del espacio obedece a un perfeccionado conjunto de ordenamientos que se cruzan y sobreponen en la “ENCYCLOPÉDIE”: alfabético, arborescente -orden epistemológico fundado en las “principales facultades del hombre” de Bacon: la Historia (Memoria), la Filosofía (Razón) y las Bellas Artes (Imaginación)- y reticular. Veamos éste último.

Cambiando el modo de pensar
En el interior o al final de cada artículo de la “ENCYCLOPÉDIE” se encuentran voces que conectan entre sí las diversas ramas del árbol enciclopédico. Gracias a este mecanismo de reenvíos cruzados la estructura arborescente se enrarece hasta transformarse en una intrincada red textual. La importancia atribuída por Diderot y d’Alembert al mecanismo del reenvío consolida aún más la ubicación histórica de la “ENCYCLOPÉDIE” como uno de los más importantes antecedentes impresos de los actuales hipertextos. “En los tratados científicos -escribe Diderot en el artículo “ENCICLOPEDIA”- la conexión de las ideas o de los fenómenos hace de guía a medida que se procede; la materia se desarrolla generalizándose o particularizándose, según el método elegido. Esto vale también para la forma general de un artículo particular de la enciclopedia …”. Y resume: “los reenvíos son una parte importantísima del orden enciclopédico”.

Según Diderot los reenvíos -que pueden ser considerados los antecedentes impresos de las actuales hot words de los hipertextos- “nunca serán demasiados. Es preferible que sean superfluos más que escasos o lagunosos. Resultado inmediato y ventaja importante de la multiplicidad de reenvíos será en primer lugar el perfeccionamento de la nomenclatura … una palabra accesoria en un argumento es, por el contrario, importante en otro” (228).. Si los reenvíos son preparados acertadamente, concluye Diderot, darán a la enciclopedia “el carácter que un buen diccionario debe tener; tal carácter consiste en cambiar el modo común de pensar…” (224). En estas pocas, simples palabras Denis Diderot resume la función primordial de la gran Máquina del Saber y el objetivo final de la utopía iluminista.

Carlos Alberto Scolari

Doctor en “Lingüística Aplicada y Lenguajes de la Comunicación” por la Università Cattolica di Milano Italia

 

 

 

Biblio

D’Alembert-Diderot “La filosofia dell’Encyclopédie”,  Laterza, Bari, 1966.

Eco, Umberto “Opera Aperta”, Bompiani, Milán, 1962.

Salsano, Alfredo Voz “Enciclopedia” en la “Enciclopedia Einaudi”, Vol. 1, Einaudi, Turín, 1977.

http://www.revistamirabilia.com/Numeros/Num5/art2.htm

http://www.ricardocosta.com/pub/arteslib.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/Enciclopedia

http://www.futuropasado.com/?p=162

http://www.vecam.org/article635.html

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