Las reformas universitarias cuando existen suelen ser simulaciones superficiales que usurpan el lugar de los cambios profundos necesarios y, lamentablemente, todavía no alcanzamos ese ideal de Universidad Flexible, Diversa, Liberadora, Verdaderamente Reflexiva y Propositiva que pudiera responder con vigor a los acontecimientos de su época.
Habida cuenta de la Magnitud del Mega cambio Cultural, en verdad
deberíamos revisar nuestros planes y programas de estudio (sin las distorsiones o simulaciones conocidas) con el propósito de:
- evitar caer en el simple trámite de moda para adquirir equipo de cómputo;
- impedir neutralizar su enseñanza como simples materias abstractas independientes de sus aplicaciones concretas;
- rechazar tajantemente la cándida idea de que usar la computadora es renunciar al privilegio de la creatividad (seguramente alguien dijo lo mismo cuando se introdujeron las reglas, las es cuadras y el compás);
- impedir a toda costa imponerlas como ciegas herramientas tecnocráticas opuestas al conocimiento y a la sensibilidad (en tal caso reglas, escuadras y compases también lo serían);
- aprender a verlas como uno más de los vehículos que nos facilitan la introducción a los nuevos paradigmas del saber (como regla, escuadras y compases facilitaron el uso de la geometría euclidiana);
- reconocer la necesidad urgente para alfabetizar o, en su caso, actualizar a los docentes en relación a las tecnologías digitales (recordemos que algunos estudiamos cuando no había cómputo, y que muchos no queremos, o tenemos miedo de reciclarnos);
- en fin, intentar aprender a diseñar con ayuda de las tecnologías digitales como se aprende a bailar samba o danzón.
Asimismo, deberíamos evitar caer en una curricula de recetas
que se vuelvan obsoletas antes de que nuestros alumnos salgan de
la escuela.
Hoy es más que nunca necesario plantearse las preguntas:
¿Qué de la curricula es para humanos y qué es para máquinas que resuelven perfectamente las rutinas? (el reloj marca las horas mejor que nosotros, y la calculadora no se equivoca en la tabla del siete)
¿cuántas de nuestras materias (convertidas en recetas) ya fueron sustituidas por un programa de cómputo, y cuántas lo serán mañana o pasado mañana?
¿para qué los cursos de serigrafía, aerógrafo, fotografía análoga o de cálculo tipográfico.
¿debemos enseñar recetas o enseñar a pensar?
¿debemos informar o formar?
¿cuál sería nuestra responsabilidad al perder la perspectiva histórica y formar alumnos con conocimientos que no coincidieran con las exigencias del mercado de trabajo real y no ficticio al salir de la universidad y ocupar sus primeros pues tos de trabajo?
En consecuencia, nuestros planes y programas de estudio deberían revisarse permanentemente para evitar caer en una curricula de recetas que se volvieran obsoletas antes de que nuestros alumnos salieran de la escuela.
Hoy que:
¿Debemos enseñar recetas o enseñar a pensar?
¿debemos informar o formar?
¿cuál sería nuestra responsabilidad al adiestrar alumnos con conocimientos que no coincidieran con las exigencias del mercado de trabajo real y no ficticio al salir de la universidad?
¿qué de la curricula es para humanos y qué es para máquinas que resuelven mejor que nosotros las rutinas?
¿cuántas de nuestras materias (convertidas en recetas) ya fueron sustituidas por un programa de cómputo, y cuántas lo serán mañana o pasado mañana?
¿cómo mantenernos dueños de la creatividad pese a la aparición de máquinas cada vez más inteligentes y creativas?
Si creemos que vivimos un momento de cambios dramáticos, nuestra tarea consistiría en asimilar esos cambios para seguir construyendo la magnífica idea de una institución dedicada por completo a la producción y distribución del conocimiento.
Por ello, deberíamos tener el cuidado suficiente para ser los auténticos
representantes de nuestra cultura, y no para volvernos los dogmáticos representantes de los tiempos idos.
Deberíamos recordar que si la enseñanza es permanente y necesaria en cualquier periodo de la historia, las instituciones culturales encargadas de producir y distribuir el conocimiento (llámense monasterio, universidad, o
como se les pudiera llamar después) se suceden, de acuerdo a su pertinencia para tal propósito.
Si la época cambia y esas instituciones se vuelven insensibles y se niegan al cambio para intentar resolver los nuevos retos culturales, sociales, ideológicos, políticos, económicos, científicos, tecnológicos…, su nombre se eclipsa para dar lugar a nuevas instituciones adaptadas a esos cambios.
Si de veras nos interesara, deberíamos evitar que al concepto de Universidad le pasara lo que le pasó a los monasterios (o a las escuelas catedralicias) de ayer.
No es un secreto que la falta de sensibilidad de los monasterios para aclimatarse al cambio: su obsolescencia ante los nuevos hechos, ocasionó su desaparición.
Ciertamente, la universidad reemplazó al monasterio como institución encargada de producir y distribuir el conocimiento, pero todavía no está dicho quién sustituiría a la universidad en caso de que esta última fallara en cumplir su cometido. Nadie es eterna mente indispensable.
Sobreviven aquellos que saben adaptarse a las exigencias de sus tiempos y diagnostican y prevén el porvenir.
Javier Covarrubias
Centro del Placer
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Universidad, escuelas de diseño y tecnologías de la comunicación
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Colección: Polémica
Departamento de Investigación y Conocimiento
División de Ciencias y Artes para el Diseño
Universidad Autónoma Metropolitana
México