Emoci—n estŽtica
Podemos, por ejemplo, pensar no s—lo en la poes’a, en la mœsica, sino en las perlas, los diamantes y el sexo mercenario. Por lo dem‡s, la obra de arte no s—lo es una mercanc’a cuya utilidad concierna œnicamente a la imaginaci—n; su funci—n primordial, ya use la forma y el color; el sonido y sus ritmos, o, para obtener Žstos la palabra en la imagen poŽtica y sus asociaciones; en todo caso la funci—n primordial y b‡sica de la obra de arte es producir lo que llamamos emoci—n estŽtica, que es una de las formas m‡s intensas del placer.
Diego Rivera
Entrevista inŽdita con Diego Rivera
En noviembre de 1956, un a–o antes de la muerte del pintor, dos estudiantes quincea–eros de la preparatoria del Colegio Madrid, Adolfo Mart’nez Palomo y Rosamar’a Valle G—mez-Tagle realizaron una entrevista con Diego Rivera para el peri—dico escolar ÒNosotrosÓ. El texto permaneci— ignorado hasta hoy.
La cita era a las doce en punto, y a esa hora llegamos a la casa de Diego Rivera. Esper‡bamos que fuera una lujosa mansi—n y result— una casa bastante rara, sin m‡s adornos que unos cactus agonizantes.
DespuŽs de una infructuosa bœsqueda del timbre llamamos con la mano.
Nos abrieron y preguntŽ por la secretaria, se–orita Proenza; Žsta apareci— por una ventana y nos invit— a pasar.
Subimos por una estrecha escalera que desemboca en el estudio.
En medio de la habitaci—n se encontraba don Diego pintando un enorme cuadro.
Nos recibi— con una amabilidad sorprendente y nos dijo que tom‡ramos asiento, pero los nervios nos obligaron a permanecer de pie.
FormulŽ la primera pregunta con la voz entrecortada. don Diego respondi— r‡pidamente y sin vacilar, mientras Rosamar’a tomaba apuntes:
ÀEn quŽ pa’s encuentra la pintura su mayor grado de desarrollo?
La pintura es un lenguaje humano y creer que pueda tener mayor grado de desarrollo indica poco conocimiento. Cada pa’s tiene una forma de expresi—n de acuerdo con sus caracter’sticas hist—ricas y nacionales: tan s—lo una mente acadŽmica, es decir, rutinaria e idiota, puede medir el desarrollo de la pintura por un cartab—n.
ÀQuŽ opina usted de Pablo Picasso?
Pienso de Pablo, que entre los pintores que viven actualmente en el mundo, es quien posee mayor don de genio y de influencia interna, especialmente en el mundo capitalista.
A medida que hablaba, nuestro nerviosismo se calmaba y pudimos contemplar el estudio.
Hab’a ÒjudasÓ para todos los gustos: chicos, grandes y hasta enormes; sobre una mesita, un retrato de Frida Kahlo rodeado de idolillos y pinceles; en otra mesa, una botella vac’a de refresco y una paleta de pintor.
La indumentaria de don Diego no pod’a ser m‡s sencilla: saco de mezclilla, camisa blanca, corbata azul, pantalones color azul p‡lido y unos enormes zapatos con ÒzipperÓ.
El telŽfono interrumpi— la charla; volvi— Diego al cabo de unos minutos y proseguimos:
ÀQuŽ opina de la pintura mural en comparaci—n con la de galer’a y quŽ funci—n social tienen?
Las dos tienen una funci—n social muy diferente, pero en ambos casos œtil.
La pintura mural es m‡s œtil al usufructo colectivo y la de caballete, en ciertos casos, al usufructo privado, pero mediante las colecciones pœblicas y la reproducci—n tanto en ejemplares sueltos como en volœmenes y, sobre todo, por medio de la cinematograf’a y la televisi—n, la pintura de galer’a o sea la de caballete, adquiere una funci—n pœblica.
Aparte de esta funci—n social, la pintura de caballete tiene la de un valor de cambio m—vil semejante a la de una acci—n industrial o un precio financiero sujeto a altas y bajas, segœn el incremento de la demanda en el mercado.
Esto es tan claro, que aœn la ley mexicana en su c—digo correspondiente, asume la modificaci—n de una obra de arte conservando la firma del autor, como la alteraci—n de un cheque, letra de cambio o documento semejante y debe perseguirse de oficio, lo mismo que la falsificaci—n de una firma sobre un cuadro, dibujo o escultura que no sea hecho por aquel a quien corresponda la firma con que se le autoriza falsamente.
Por lo dem‡s, nadie debe extra–arse que a la obra de arte corresponda tambiŽn la legislaci—n y las leyes econ—micas que se relacionan con las mercanc’as, pues nadie podr‡ suponer que cuando compra un libro de poes’as paga una cantidad por el papel y no por los poemas; o si paga el boleto de un concierto, compra el derecho de ocupar el asiento y dormirse eventualmente, o escuchar la mœsica, es decir, compra la mœsica.
En apoyo de esta verdad asienta Carlos Marx, desde los primeros p‡rrafos de su obra El Capital: Cr’tica de la Econom’a Pol’tica, estas palabras:
ÒMercanc’a es todo aquello que es œtil a la vida del hombre, nada importe que esta utilidad concierna al aparato digestivo o a la imaginaci—n.Ó
Y un economista inglŽs, en una de las ediciones de El Capital, hace esta acotaci—n: ÒSon precisamente las mercanc’as que son œtiles a la imaginaci—n, aquellas que resultan relativamente m‡s carasÓ.
Podemos, por ejemplo, pensar no s—lo en la poes’a, en la mœsica, sino en las perlas, los diamantes y el sexo mercenario. Por lo dem‡s, la obra de arte no s—lo es una mercanc’a cuya utilidad concierna œnicamente a la imaginaci—n; su funci—n primordial, ya use la forma y el color; el sonido y sus ritmos, o, para obtener Žstos la palabra en la imagen poŽtica y sus asociaciones; en todo caso la funci—n primordial y b‡sica de la obra de arte es producir lo que llamamos emoci—n estŽtica, que es una de las formas m‡s intensas del placer.
Por esta misma raz—n, excita las secreciones de determinadas gl‡ndulas de nuestro organismo, por ejemplo, la suprarrenal.
Todo mundo sabe que sus descargas de adrenalina producen toda la escala de las emociones, y a su vez, la emoci—n estŽtica la excita para esas descargas.
Todas las secreciones glandulares a las que ayuda la sensaci—n estŽtica son œtiles y a la vez necesarias a la vida humana.
Al mismo t’tulo y en el mismo plano que los fen—menos que permiten al organismo absorber lo necesario para su vida de las sustancias alimenticias que ingiere; por eso, la utilidad de la obra de arte llena toda la escala de las necesidades humanas; desde las de la imaginaci—n, hasta las del aparato digestivo.
Es por esto por lo que cuando pretendemos explorar el tiempo hacia los or’genes mismos de nuestra especie, el principal material de que podemos disponer son obras de arte o fragmentos de ellas, pues desde que en los tiempos antiguos aparece la traza de la vida humana, al mismo tiempo aparece la de la obra de arte. Por esto podemos asegurar que la funci—n social del arte es inherente a toda asociaci—n humana; desde la tribu a los imperios y las grandes federaciones de repœblicas; el arte es necesariamente permanente, cambiante de continuo, e indestructible, mientras exista sobre la tierra la vida humana.
El placer que proporciona el arte es el atractivo, el cebo o la trampa para atraer al ser humano y comunicarle, elevando su nivel sensitivo y cerebral, su contenido positivo y progresista, o contagiarlo de su contenido negativo.
La pintura o cualquier otra forma de las obras de arte puede ser elemento œtil y potente para el progreso y el desarrollo humanos, y el justo usufructo del placer en sus formas m‡s altas, o bien, agente de perversi—n o medio de intoxicaci—n, lo mismo para el individuo que para la sociedad de que forma parte.
Entre los pintores mexicanos ya fallecidos Àa quiŽnes considera como los m‡s importantes?
A JosŽ Mar’a Velasco, JosŽ Guadalupe Posada, Orozco, al doctor Atl y Siqueiros aun vivos y vigentes.
ÀCu‡l es el porvenir de la pintura en MŽxico?
Este porvenir est‡ determinado por el que pueda tener MŽxico mismo.
ÀQuŽ impresi—n tiene usted de la juventud
mexicana?
Tiene la suerte de tener pocos a–os y posibilidad de vivir mucho, cualidad que comparte con la juventud del resto del mundo.
Diciendo esto hizo un adem‡n que nos hizo comprender que hab’a terminado; agradecimos su amabilidad y nos despedimos de Žl.
Impresionados aœn, bajamos las escaleras y nos encontramos repentinamente en la calle, satisfechos por haber conocido a un gran Ser humano.
Adolfo Mart’nez Palomo
Coordinador General del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la Repœblica (CCC)
Rosamar’a Valle G—mez-Tagle
es Directora General de Evaluaci—n Educativa de la UNAM
consejo_consultivo_de_ciencias@ccc.gob.mx
http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=360622
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