ciudad del sol

 


 

Arte Digital: opci—n y continuidad de un sue–o controlado


Nada podr’a ser m‡s emotivo para m’ que esta celebraci—n acadŽmica a la que habŽis acudido para oficiar un acto de generosa amistad m‡s que de estricto protocolo. Durante toda mi carrera profesional he tenido algunos Žxitos cuya peque–ez me consta: diversos premios, exposiciones nacionales e internacionales, algunas de ellas de cierta notoriedad y ocho o nueve aciertos entre todas mis etapas, incluida la Medalla de Oro que en un certamen nacional me impuso cierto ministro en el Sal—n del Tinell de Barcelona hace ya bastantes a–os.

Con la œnica excepci—n de mi ingreso en la Academia Internacional de Arte Moderno de Roma en la primavera de 1997, nunca tuve acceso a ningœn otro t’tulo o dignidad acadŽmica. Entiendo, pues, que este acercamiento a mi obra por parte de la Academia de mi ciudad lo es a toda mi trayectoria, lo que me llena de responsabilidad, de orgullo y de una emoci—n que estoy compartiendo especialmente con mi madre, de 91 a–os, presente en este acto.

Es parad—jico que yo, un autodidacta convencido y confeso, estŽ hoy aqu’ en un acto de honor y de alegr’a, para ser recibido en el seno de esta Corporaci—n tan custodia de la belleza. Pero considero esta distinci—n como una inyecci—n de cari–o, como una proclamaci—n de lealtad a mi oficio que recordarŽ durante el resto de mi vida. Acepto y asumo esta recompensa, como acepto y asumo todos mis aciertos y desaciertos y todos los tropiezos padecidos en el ejercicio de mi ocupaci—n.

Mis sentimientos est‡n empa–ados porque no est‡ en la sala el pintor Virgilio Gal‡n Rom‡n, amigo, compa–ero y acadŽmico ilustre, a quien relevo en su puesto y su sill—n. Por eso conviven en m’ la ilusi—n y la tristeza en paralelo. Como justo homenaje, procurarŽ de por vida no desmerecer de su legado y estar a la altura de sus trabajos art’sticos y de su sensibilidad. En todo caso, si no lo consigo, siempre nos quedar‡n su obra y su recuerdo.

Estoy convencido de que existen muchas otras personas en nuestra ciudad y en nuestra provincia que pueden aportar bastantes m‡s mŽritos de los que habŽis visto en m’, pero si esta Instituci—n me ha abierto sus puertas debo llegarme hasta ellas sol’cito y con emoci—n no disimulada para responder y agradecer ese honor en la corta medida que alcancen mis posibilidades.

Os dec’a que me siento lleno de alegr’a, confundido y nervioso. Alegr’a porque veo en este recinto muchas caras amigas que sŽ que est‡n gozando conmigo este momento. Confundido y nervioso porque no estoy seguro de poder dar la talla intelectual que el momento exige. En cualquiera de los dos casos, sŽ que este momento encaja con el instante de orgullo que todos aspiramos a alcanzar alguna vez.

Antes de entrar en el tema elegido para este discurso quiero agradecer a todos y a cada uno de mis compa–eros el entusiasmo demostrado hacia mi persona en todo el proceso de propuesta, presentaci—n de candidatura, votaci—n y resultado final. De manera muy especial quiero hacer llegar mi deuda de amistad y mi admiraci—n a don Alfonso Canales, poeta que siempre crey— en m’ (recuerdo su art’culo premonitorio: ÒBornoy avisaÓ en ÒSurÓ, el a–o 1973). Vaya tambiŽn mi gratitud para mis tres proponentes: Mar’a Victoria Atencia, por nuestro cari–o rec’proco, estoy seguro, contestar‡ a esta recepci—n pœblica con la fluidez y calidad literaria que avalan su trayectoria cultural; Manuel Alc‡ntara, poeta, amigo y estratega fiel, empe–ado en que yo me encuentre hoy en este estrado, y Rodrigo Vivar, compa–ero de dedicaci—n y que me antecede con mayores mŽritos en la ÒSecci—n de PinturaÓ. Sin olvidar a la docta Rosario Camacho, admirable de ciencia y sensibilidad; a mis queridos Juli‡n Sesmero, Manuel del Campo, Francisco Torres Matas, Jaime Pimentel y Suso de Marco, que me ilusionaron con este ingreso en la Academia y que han trabajado a la sombra de su discreci—n haciendo posible este momento tan entra–able.

Lo que constituye el objeto de mi disertaci—n es el mecanismo de creaci—n del arte digital, que ocupa desde hace cinco a–os la parte m‡s reciente de mi actividad art’stica. Me gustar’a que esta Academia asumiese el tema que propongo, como un gui–o y luego un compromiso de atender a las nuevas tendencias del arte, que se implican en la modernidad, como algo posible y vivo que nace d’a a d’a de la fantas’a emboscada del ordenador y la sensibilidad del creativo. Esta estŽtica que puede parecer ef’mera porque brota, se materializa y extingue con la misma facilidad que nace Òy muereÓ, en un instante, un insecto o la ef’mera flor de un cacto que puede estar envuelta de espinos y escocernos con su pinchazo, pero que, tambiŽn, puede embriagar nuestros sentidos de belleza y perfecci—n..

He querido titular este discurso de mi recepci—n en la Academia, ÒArte digital: opci—n y continuidad de un sue–o controladoÓ, porque estoy convencido de que es eso exactamente: una opci—n de sue–o que podemos dominar. No es la œnica posibilidad del futuro del arte; tampoco una a–agaza y, desde luego, nunca la œnica posibilidad que me justifique como esteta, afecto siempre al cultivo de las artes y de las humanidades.

El arte digital no viene a paliar o a llenar algœn hueco dejado en la historia del arte. S—lo es la continuidad l—gica o una evoluci—n que se produce porque el artista se rodea de los elementos y œtiles necesarios para dotarlos de naturaleza digital. Las imbricadas entra–as de la computadora con sus micro-inyectores, peque–os circuitos integrados y chips de œltima generaci—n, suplen temporalmente al pincel, l‡piz, lienzo, esp‡tula, aguarr‡s, cartab—n, tiral’neas o los pigmentos tradicionales, pero no es la panacea que venga a rescatar al arte de su ostracismo perpetrado. Ya nos llegar‡n otras tŽcnicas y otras vanguardias que dejen obsoletas Žstas que muestro hoy como un acontecimiento insustituible de novedad y vehemencia.

Desde la m‡s remota antigŸedad, el artista ha necesitado descubrir nuevos elementos, texturas o herramientas que pudieran ayudarle a transferir sus ideas y realizaciones. Las facultades creativas del hombre se adentraron siempre en las m‡s rec—nditas emociones para hacer al arte m‡s libre o accesible a los sentidos. Arte que hoy puede ser pasi—n, ma–ana ceniza y pasado ma–ana, posiblemente, s—lo sea recado de unos pocos a otros pocos, olvido o viento.

Partiendo de una base mec‡nica dediquŽ muchas horas y empe–o a adentrarme en ese camino, inexplorado hasta entonces por m’, del arte digital. NecesitŽ pausas y silencios para entender el manejo del ordenador. El tiempo necesario para generar nuevas percepciones, hacer coherentes las im‡genes y exponerlas sin temor. Le echŽ coraje, investigaci—n y algo de precisi—n tŽcnica. Tuve que aguzar los sentidos hasta conseguir su implicaci—n poŽtica y el alumbramiento deseado.

No obstante, os pido perd—n por redactar en primera persona las palabras que siguen. SŽ que se me perdonar‡ porque todos sabŽis que el arte y la creaci—n siempre se atienden en la intimidad m‡s estrecha. Y, sin m‡s pre‡mbulo, me adentro en el motivo central de este discurso.

Cierta ma–ana me levantŽ entusiasmado. Me acordaba del oto–o de 1985, cuando, de repente, otra ma–ana plena de armon’as y visiones me trajo la posibilidad, hasta entonces inalcanzada, de ver y entender el arte desde otra perspectiva: sin ret—rica de autocomplacencia ni falsas expectativas.

D’as despuŽs todas mis inquietudes y pesquisas se inclinaron hacia una atm—sfera de ambigŸedad exaltadamente controlada, unida al sue–o del ciberespacio. DeambulŽ por las quimeras del orden y el desorden. BusquŽ en el azar y, en la l—gica del arte, administrŽ los nuevos conceptos estŽticos y las herramientas con diferentes opciones finales. DejŽ en la cuneta un incipiente surrealismo que nunca lleg— a cuajar. Hice nuevos apuntes y bocetos con tendencia a la prospecci—n en el mundo del dise–o asistido por ordenador. Quise seguir indagando hasta llegar a identificarme con el diccionario de ese nuevo lenguaje con aparentes elementos ajenos al artista. Me atosiguŽ de tantos libros y art’culos que hablaban del tema digital. AdaptŽ el gusto a la asignatura pendiente de conseguir la fusi—n de la imagen tal y como sale del esc‡ner y la desintegraci—n de la misma a travŽs de un proceso de ampliaci—n una y mil veces repetidos. EncajŽ las piezas del rompecabezas del ordenador con mi todav’a incipiente conocimiento del nuevo medio de expresi—n. Me armŽ de valor y me met’ de lleno en esa aventura de rellenar inmaculados blancos con la ilustraci—n moderna de una pantalla de ordenador, como œnica alternativa o camino de salvaci—n hacia la innovaci—n buscada.

Poco a poco, la indagaci—n y el circundante mundo de mi mundo se convirtieron en pura invenci—n, en certidumbre tomada desde la fantas’a y la realidad del sue–o. Testimonio de ese hallazgo fue la toma de conciencia de que mi mundo y el mundo exterior eran un mismo mundo, una misma realidad que yo empezaba a abrazar con apasionamiento: ilusi—n œnica, presen-timiento y veh’culo a travŽs del cual pod’a expresarme con reflexi—n sensorial y mucho ‡nimo para seguir invent‡ndome c—digos, registros, fin’simas v’rgulas, guarismos crom‡ticos y reglas de diferente naturaleza digital.

Fue entonces cuando vinieron a mi memoria las palabras de Baudelaire: ÒLo creado por el esp’ritu es m‡s vivo que la materiaÓ. Esa afirmaci—n que reconoce que la materia puede pasar a un segundo plano de la realidad, dio la respuesta a a–os de estŽril bœsqueda apartada del lenguaje id—neo y de las moti-vaciones precisas o adecuadas para seguir conectado al arte y avanzar en mi nueva orientaci—n estŽtica.
Como contrapeso y eje central de la obra, me puse a buscar nuevas formas de expresi—n, nuevos temas, nuevas l’neas, nuevas tramas, fondos y texturas. TrabajŽ sin recursos pr‡cticos, compul-sivamente, sin pararme en el azar de unas im‡genes de f‡cil lectura, con la tensi—n instalada en el r‡pido engranaje sinf’n de la m‡quina. Mantuve un largu’simo di‡logo, no un mon—logo, entre lo creado libremente y la metodolog’a mensurable de la computadora.

Los conocimientos que las anteriores etapas dejaron en m’ se reinventaron en una plŽyade de figuras difuminadas y magnŽticas, o en visiones de iluminadas tŽcnicas enriquecidas por la qu’mica del pigmento pixelado y aglutinado por un sutil medio digital. Esa fuerza amante de la investigaci—n fue el motor-gu’a o la semilla del cambio, impulsada por la filosof’a parsimoniosa de la tŽcnica y la imaginaci—n.

Descubrir la excitaci—n del mundo ut—pico y artificial de la inform‡tica aplicada al arte y sacar provecho de las contradic-ciones o emplear dichas contradicciones como met‡foras tecno-l—gicas, Žse fue el est’mulo que esperaba. EmpecŽ a construir visionarios nodos esclavos de un sistema lleno de —rdenes y c—digos secretos. InventŽ nuevos valores y nuevos c‡lculos de creaci—n r‡pida y razonable con complicados intersticios que, a veces, sustituyen nuestra voluntad y la convierten en informaci—n t‡cita, en peque–os segmentos crom‡ticos sostenidos por una deshilachada y fin’sima l’nea conductora.

En este nuevo medio inform‡tico encontrŽ el misterio y la presencia del arte en toda su extensi—n, descubr’ que el hardware es el conjunto de los componentes de un ordenador y el software son programas, y que de ambos se aprende m‡s como ense–ante que como ense–ado. Era el pan (‡cimo) del arte amasado en toda su pureza, algo diferente y accesible a los sentidos. Incluso la esencia tradicional del arte pod’a sucumbir a la seductora fuerza creativa de la m‡quina y a su nuevo discurso virtual. Ese discurso que puede hacer que la pregunta y la contestaci—n sean, solamente, el soplo de una transformaci—n poŽtica, una cuesti—n de sem‡ntica no resuelta, un enfrentamiento claro entre la verdad de la idea o la ejecuci—n adaptada al resultado final de lo creado. Comprimir la imagen, hacerla trizas, moldearla a un movimiento o elipse, o voltearla y convertirla en objeto primigenio de flexibilidad velada, era ya algo tangible. Cualquiera de sus diecisŽis millones de colores pod’a ser compuesto y usado en unos segundos. Meta fant‡stica donde el tiempo no intercede entre la idea y los sentimientos del artista.

La œltima edici—n del Diccionario de la Academia Espa–ola dice de la computadora que es una Òm‡quina electr—nica, ana-l—gica o digital, dotada de una memoria de gran capacidad y de mŽtodos de tratamientos de la informaci—n, capaz de resolver problemas matem‡ticos y l—gicos mediante la utilizaci—n auto-m‡tica de programas inform‡ticosÓ. Y eso es exactamente, un substrato tecnol—gico. No es m‡s que una simple herramienta, un auxilio poderoso y virtual que plasma la luz, las formas y los colores mil veces m‡s r‡pidamente de lo que pueda percibir y asimilar cualquier ojo humano. Sus bytes, pl—teres, l‡piz —ptico, rat—n, nodos, l’neas fin’simas, pixeles, las dos memorias, ram y de disco duro, las cŽlebres tres w, p‡ginas webs, coordenadas y programas de dise–o, permiten al artista expresar sus emociones de una manera diferente, con r‡faga n’tida y conceptos m‡s atinados, con potencia y precisi—n sin precedentes, como lo hiciera el mejor de los pintores con la tradicional esp‡tula o el pincel de limoncillo de tres pelos.

Las nuevas disciplinas del arte digital vinieron a mitigar o corregir el desasosiego que anteriores etapas hab’an dejado en m’. Me encontrŽ nuevamente con la estŽtica y la Žtica, un mismo fen—meno: la belleza y lo bueno, lo sencillo y el extremo hermŽtico en que se complacieron MallarmŽ y Rimbaud. El misterio, la fantas’a y la expresi—n poŽtica volvieron a aparecer en mi obra como una tabla de salvaci—n buscada. El Žxtasis y el v—mito c‡rdeno de las formas ocultas del ordenador se reciclaron en sue–o c‡rdeno o v—mito de arte digital. Mezcla casi perfecta, no exclusivamente tecnol—gica. Opci—n y continuidad de mi nueva forma de entender el arte y su fina concatenaci—n con la magia veloz del cerebro electr—nico de la computadora.

Hay que radicar el arte digital en la dŽcada de los 90, posiblemente en EE.UU. Al menos, el ÒSal—n Digital de Nueva YorkÓ reivindica desde su creaci—n su contribuci—n e implan-taci—n en los medios de comunicaci—n y en las salas de exposiciones de las principales ciudades del mundo. El profesor de la Universidad de Palermo, Fernando Luis Rolando, arquitecto e inform‡tico especializado en el dise–o de las im‡genes y sonidos digitales, es autor de un detallado estudio-proyecto publicado en ÒCuaderno de mayo 2001? por dicha Universidad, Arte digital e interactividad, minucioso y documentado. Rolando sitœa al arte digital en la dŽcada ya citada de los 90 teniendo como base hipotŽtica un estudio o an‡lisis de comienzos y mediados del siglo XX que vincula y toma como antecedentes del arte electr—nico al Expresionismo, Fovismo, Dad‡, Surrealismo, Abstracto, Collage, Pop, Op, Arte geomŽtrico, Realismo m‡gico, Transvanguardia, Nueva figuraci—n y otras vanguardias hist—ricas.

El arte digital esta interrelacionado, por tanto, con los primeros indicios o movimientos de las tendencias de la segunda mitad del siglo que acaba de terminar. Existe una estrecha colaboraci—n funcional, sobre todo en las artes que optan por el divisionismo de los colores y la descomposici—n de las im‡genes. La matematizaci—n del arte, la integraci—n del Surrealismo en el campo del psicoan‡lisis, los diferentes manifiestos de fusi—n o conexi—n entre todas las artes experimentales: mœsica, pintura, literatura, arquitectura, escultura, grabado, fotograf’a, cinema-tograf’a, televisi—n, teatro, montajes, happening, la estŽtica fascinante del videoclip y la reproducci—n tecnol—gica de la cultura, han contribuido al mayor desarrollo y globalizaci—n de la cibercultura o de las cibercomunicaciones.

Al ser esta una estŽtica interactiva creada por un medio virtual y veloz que puede transportar las im‡genes en unos segundos a cualquier rinc—n del mundo, a travŽs de Internet, una web, un e-mail (correo electr—nico) o cederr—n, quedan en un discreto segundo plano su propagaci—n comercial y la autor’a del invento. Es m‡s una cuesti—n de propiedad intelectual abstracta o de Òcontrato social metaf—ricoÓ. Pongamos como ejemplo v‡lido la observaci—n borgiana de que Òcualquier sistema metaf’sico esconde una buena met‡foraÓ.

Las indagaciones y escritos sobre arte digital realizados por profesores de arte y cr’ticos son escasos y muy dispersos, casi siempre ligados a Internet y al entorno de las p‡ginas webs personales de artistas e instituciones privadas. Desde hace dos o tres a–os empiezan las propuestas en los cert‡menes y grandes espacios expositivos espa–oles, aunque todav’a son t’midos y confusos, y sin una consciencia exacta de lo que significa la pureza del arte digital. Los tŽrminos Òarte digitalÓ, Òinfograf’aÓ y Ònet artÓ se mezclan y confunden sin insistir en una necesidad de estudio de estas tres tendencias del arte en la red como expresiones independientes, con el s—lo nexo de ser obras concebidas como arte electr—nico. Porque, mientras que el arte digital debe ser asimilado œnicamente al arte creado y asistido por ordenador hasta su reproducci—n final, la infograf’a puede ser una cuesti—n de matices; las im‡genes pueden ser creadas mediante ordenador o c‡mara fotogr‡fica y ser estampadas por cualquier otro medio reprogr‡fico. Sin embargo, el arte digital nunca se debe confundir con el net art; medio m‡s libre que bucea por los imbricados caminos de la navegaci—n de Internet, atrapa las im‡genes existentes en la red, las piratea, las saca de sus suburbios y las transgrede, adapt‡ndolas o fusion‡ndolas en collages pr—ximos a la ciencia-ficci—n.

El 2000 fue un buen a–o para la promoci—n y divulgaci—n del arte digital: Madrid, con las ferias de ÒArcoÓ y ÒEstampaÓ, apost— por esta nueva expresi—n con espacios f’sicos de gran representatividad que incluyeron galer’as, foros de debates, revistas especializadas, exposiciones monogr‡ficas y artistas independientes con propuestas masivas y diversas zonas de contacto entre galeristas y creativos. El interŽs creciente de estas ferias de arte por el tema digital se materializ— con ofertas y proyectos donde este sistema se puede desarrollar con amplitud de registros. Actualmente se buscan f—rmulas, a travŽs de los medios tŽcnicos y humanos, para la imprescindible comercializaci—n de este estilo. Se est‡ creando el flujo de energ’a suficiente como para que puedan mezclarse todas las artes en un s—lo discurso estŽtico de reflexi—n y superposici—n simult‡nea con nuevas ofertas y demandas para un futuro cada vez m‡s inmediato.

Las actuales leyes internacionales (me importa subrayarlo) protegen el arte digital como un arte aut—ctono conseguido por medios electr—nicos y sus creadores tienen preservado el derecho a mostrar sus obras, de un s—lo ejemplar o seriado, con firma aut—grafa (no de estampaci—n mec‡nica) y la reproducci—n de su trabajo se entrega a quien la adquiera conjuntamente con un cederr—n o cualquier otro soporte que contenga la obra original, para que en caso de pŽrdida o deterioro, se pueda proceder a su nuevo ploteado conservando las mismas medidas que la anterior versi—n. Cuando la obra se muestra por cualquier sistema electr—nico, de Internet o web, el autor baja su resoluci—n o el peso del archivo y le puede a–adir una Òmarca de aguaÓ o filigrana, por asimilaci—n de una vieja terminolog’a, que dificulte la utilizaci—n de la reproducci—n pirateada. El artista (como en el arte tradicional) tiene legalmente garantizados sus derechos de autor y puede conservar el archivo matriz en el disco duro del ordenador o en cualquier otro medio digital de almacenamiento

Todo parece indicar que el arte digital de los œltimos tres a–os ha experimentado un gran avance de los recursos tŽcnicos en la reprograf’a de su contenido inform‡tico. El acercamiento de muchos de los artistas de otras vanguardias o tendencias a las im‡genes numŽricas se ha dado sin resistencia ni sospecha alguna. A los creativos de la generaci—n anterior, venidos o asomados desde otras vanguardias, se les llama cari–osa y descriptivamente, Òbisagras elŽctricasÓ, porque hacen de puente entre otras tŽcnicas y otras disciplinas art’sticas, aportan mayor bagaje de autocr’tica, flexibilidad y eclecticismo, y una filosof’a de conceptos y compo-sici—n de mayor calado intelectual. Son o fueron los balbucientes anticipadores del futuro, los pelda–os altamente sofisticados en los que se basaron para la continuaci—n de las tecnolog’as contem-por‡neas y los l’mites estŽticos del dise–o asistido por ordenador.

La propuesta del arte digital, que en principio se consideraba como algo basado solamente en el c‡lculo fr’o del dise–o de los sistemas operativos, ahora se identifica (a diferencias de otras in-novaciones art’sticas incorporadas con anterioridad por la ciencia del ordenador), con una creaci—n multimedia de soportes que requieren una gran tarea de laboratorio y un creciente grado de conocimientos inform‡ticos, unidos a la imprescindible sensibi-lidad. Los nuevos soportes y el perfeccionamiento de la creaci—n multimedia han llenado de fuerza y contenido, armon’a y moder-nidad a esta nueva tendencia. El arte digital ha conseguido el toque de clase final que solamente el artista puede imprimirle. No s—lo como discurso te—rico sino como una aceptaci—n y redefini-ci—n m‡s justa o equilibrada del papel que juega el creador digital en la complicada arquitectura del lenguaje, que es siempre una obra de arte.

Con la popularizaci—n del ordenador en nuestra sociedad y la aplicaci—n de las avanzadas creaciones tŽcnicas en el arte de la animaci—n, las escultopinturas de Alberto Cerritos en Vancuver, Canad‡; la mœsica de Jowe: escœchese La sinfon’a de la naturaleza en www.terrenoculto.com; lŽase Los se–ores del aire de Javier Echeverr’a, fil—sofo y matem‡tico, en www. anabasisdigital.com, se pueden entender mucho mejor las caracter’sticas complejas del arte digital, su debate, su ordenaci—n c’vica y la importancia obtenida por este potente medio de comunicaci—n. Echeverr’a enfatiza y sostiene, con aguda iron’a, una f—rmula magistral para intrusos del medio digital: ÒVaya una primera sugerencia para inventores: Àpor quŽ no intentar reproducir la estructura del alambre de espino en E3 — tercer entorno? Se trata de crear una ret’cula electr—nica que proteja una determinada red telem‡tica de modo que quien intente entrar en ella sin autorizaci—n sufra da–o, es decir, graves perjuicios en su equipo inform‡ticoÓ. Javier Echeverr’a ha contribuido sobremanera a subsanar la otrora duda de si el tŽrmino acu–ado de Òarte digitalÓ era solamente una definici—n vacua o de contenido infantil y pasajero.

El arte digital no es s—lo un producto de las tecnolog’as o de las avanzadas y sofisticadas investigaciones. Es tambiŽn un contrato social sin autor’a traducido a todos los idiomas del mundo; algo que podr‡n utilizar todas las etnias que no tuvieron tiempo de crear un œnico alfabeto, indispensable para entenderse entre todas las culturas. Hay que procurar asimilar al menos una parte de lo que viene dado por la mano del arte, sea cual sea su contenido o procedencia; intentar desarrollar una s’ntesis de credibilidad propia que abra nuestros sentidos o que sirva de puente; el puente que nos permita alcanzar un m’nimo grado de sensibilidad y conocimiento universal e intransferible: el propio. Permitidme insistir en esta expresi—n que nos personaliza a cada uno: Òel propioÓ. Porque por esa ÒpropiedadÓ, por esa identificaci—n, estoy aqu’.
Nuestro Picasso, que ya no es un moderno, dec’a que Òsi una obra de arte no es siempre actual no puede ser tomada en consideraci—nÓ. El arte digital est‡ en esa tesitura porque cuenta con creadores en todo el mundo y porque su soporte de avanzada tecnolog’a no se detiene. Es un camino de invenci—n para nuevas f—rmulas y nuevas v’as de expresi—n art’stica.

Termino ya. Sirva este discurso de presentaci—n acadŽmica y de gratitud por vuestra aceptaci—n como un acto de corres-pondencia y dedicaci—n al trabajo cotidiano; como un acto m‡s de homenaje personal y exclusivo a todas las disciplinas art’sticas y, sobre todo, a esta Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, que me abre hoy sus puertas.

Este es uno de los d’as m‡s esperanzadores de mi carrera. Lo que venga despuŽs de este momento, en el arte y en la vida, el tiempo lo dir‡.

Muchas gracias.

Discurso le’do por el Ilmo. Sr. Don. JosŽ Manuel Cuenca Mendoza, Pepe Bornoy, el d’a 27 de febrero de 2002 en su Recepci—n AcadŽmica.
REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN TELMO, DE MçLAGA

 

 



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